Todo el mundo sabe (hasta los ateos lo sabemos) que Dios es justo, infinitamente justo. El Dios de los creyentes de todas y cada una de las religiones es infinitamente sabio pero también es infinitamente justo, infinitamente y más.
Todos sabemos, porque nos lo han enseñado, que la justicia es ciega y por eso Dios es infinitamente ciego.
Sólo así puede explicarse que cometa este absurdo garrafallo al elegir a sus representantes en la tierra. Infinitamente cutres, infinitamente retrógrados, falsificadores y enemigos de la verdad, infinitamente manipuladores, infinitamente hipócritas, embaucadores y corruptos, hipócritas y sepulcros blanqueados les llamó el hijo de María.
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